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John Vaderley, investigador brasileño, alentó las líneas de investigación de materiales ecoeficientes, como las que se impulsan desde la FIO. El experto llegó a Olavarría en el marco del Congreso de Hormigón y disertó sobre la actualidad de estos materiales, planteando las ventajas y los recaudos.

 

“Mucha gente en la universidad se dedica a hacer papers, que son buenos, pero también queremos cosas que la industria pueda utilizar”,  expuso John Vaderley, investigador de la Universidad de San Pablo, en el marco del Congreso de Hormigón que se llevó a cabo en Olavarría.

“En nuestro laboratorio hacemos ciencia básica, sí, pero para encontrar alguna solución específica, es decir, con un objetivo particular en la investigación”, agregó el académico.

 Las premisas generales que guían los nuevos desarrollos a nivel mundial son indiscutiblemente la reducción del impacto ambiental en su fabricación, a partir del agregado de otros materiales. El experto es coordinador del Centro de Innovación en Construcción Sustentable de la universidad brasileña y referente latinoamericano en la temática.

En su visita a los laboratorios de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN destacó que los desarrollos en ecoeficiencia se puedan aplicar.  Y definió que esta búsqueda de volcar los desarrollos científicos en el sistema productivo es una cierta obsesión de que esos escenarios sean posibles.

“Que se puedan utilizar en condiciones normales y a gran escala porque los problemas ambientales son de gran escala. No se va a hacer la diferencia en el CO2 con cinco casitas, sino con millones y millones de casitas”, fue su advertencia.

 

El aporte local

 

En este sentido, Vanderley aseguró que “para nosotros la relación con la industria es fundamental”.  Actualmente, en línea con avances como los del Laboratorio de Materiales (INMAT) de la FIO, se busca reemplazos para el cemento de materiales extraídos en canteras, por otros como desechos de la industria cerámica, por ejemplo.

“La pregunta es cuánto cemento necesitamos reemplazar”, señaló Vanderley con relación al desafío actual. “Hoy en el laboratorio hacemos cosas con un 30 por ciento del cemento que se usa en obras regulares. Y esto tendría una reducción del impacto ambiental del 55%”, agregó.

“La huella de carbono se va a la mitad, no es el mismo producto, pero funciona en el 90% de los requerimientos; no tal vez para un puente”, aclaró, y aseguró que el objetivo es alcanzar en términos tecnológicos, un material con bajo porcentaje de cemento que permita, tal vez, hacer una casa. “Hoy en día uno compra una bolsa de cemento y se hace su casa, este tipo de avances no podría ir en principio a un mercado de la autoconstrucción, porque requiere cierto control”, subrayó Vanderley.

Los impedimentos no surgen solamente desde el aspecto técnico sino también reglamentario. “Es todo un modelo diferente de pensar el cemento”, sostuvo el investigador extranjero. “La construcción es un sector bastante conservador, las personas quieren hacer una casa para dejar a los nietos”, graficó, y aclaró que “es bueno que en cierto sentido sea conservador pero por otro lado está el problema ambiental que hay que arreglarlo y si es muy conservador no se arregla nada”, concluyó. Fuente: Punto FIO-UNICEN

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