Articulos
 
 Gabriel Blanco es docente e investigador y lleva más de tres décadas monitoreando la “salud” del planeta. Las energías renovables son su especialidad. Tuvo voz y voto en el Acuerdo de París y desde ese lugar habla sobre los desafíos que se abren como país y cómo encaja Olavarría ante las nuevas urgencias ambientales, tomando como faro el Polo de Energías Renovables y Tecnologías Ambientales.

 

“Lamentablemente, el cambio climático ha sido un disparador de conciencias”, admite el ingeniero Gabriel Blanco. El profesional lleva más de tres décadas examinando la salud del planeta e incluso presidió el Comité Ejecutivo creado por Naciones Unidas para facilitar desarrollo y transferencia tecnológica hacia los países en desarrollo. Es docente e investigador en la Facultad de Ingeniería de la Unicén. Integró la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, hoy con rango ministerial, y en 2015 tuvo voz y voto en la Cumbre de París, donde 195 países llegaron a un acuerdo histórico contra el cambio climático. Desde ese lugar habla y analiza la transición energética, el modelo sustentable y el impacto de Vaca Muerta pero también el papel que juega el Gobierno en materia energética y la misión de Olavarría a través del Polo de Energías Renovables y Tecnologías Ambientales.

“Hay que hacerle frente al cambio climático y transformar el sector energético aunque en Argentina aún no lo hayamos interpretado. La causa número uno del cambio climático es la energía. Si Argentina quiere hacer lo del G20 o pertenecer a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) debe ser parte de la solución para el cambio climático”, dice Gabriel Blanco.

-¿Es imaginable pensar en un mundo abastecido únicamente por energías renovables?

Es difícil pensarlo ahora, porque construimos la matriz productiva a partir de combustibles fósiles, y salir de eso va más allá de lo productivo. Es cultural. Hoy resulta difícil pensar que se puede pasar todo a renovable porque hay otros cambios por hacer.

-Claro, porque cualquier modo de producción alternativo está atado a un cambio tecnológico…

Sí. Hay que ver qué producís, qué consumís. Argentina se sostiene en base a la soja, por ejemplo. No comemos soja, usamos nuestros recursos naturales y se la vendemos a los chinos que se la dan a los chanchos. Vienen  las divisas, sí, pero nos quedamos con el glifosato. Esas son las discusiones: ¿cómo estás relacionado con los recursos naturales?

-Cuando Argentina no debería tener excusas justamente teniendo en cuenta la disponibilidad de recursos naturales para ir hacia las energías limpias. ¿A qué modelo apunta este Gobierno?

Argentina debería ver cómo hace la transición y ahí entra en juego el modelo de desarrollo. Ir a Vaca Muerta representa quedarse ahí por 100 años. El famoso contrato con Chevron es por 50 años. El Gobierno lo ve como una salida a la problemática energética. Se está discutiendo y como facultad participamos de proyectos solicitados por el Ministerio de Energía para ver qué pasa si vamos con Vaca Muerta y qué implica entrar en el negocio de los combustibles fósiles, un juego muy concentrado en muy pocas manos con mucho poder. Uno de los beneficios de las renovables es disolver esa concentración económica, con recursos más diversificados y accesibles y crecimiento gradual.

-Eso requiere de decisión política.

 Sí. Esto les cabe a todas las gestiones y se sale de la grieta. La apuesta por el petróleo, las grandes represas hidroeléctricas y centrales nucleares representan el sumun de la concentración geográfica y económica. ¿Por qué la discusión por las tarifas? Porque alguien dice te vendo a este precio y así tengo el poder.

 

Negocio limpio

 

-¿Las energías renovables serán, algún día, un buen negocio en términos económicos, ambientales y sociales?

Asumido desde el Estado, definitivamente sí. Estamos diversificando, no tengo que tocar la puerta a Chevron ni estar con la cabeza gacha. Son tecnologías que se pueden desarrollar localmente, hay más actores en juego, genera empleo, es más gradual y todos tienen un poco de viento, sol, biomasa…

-¿Pero a nivel país están dadas las condiciones para fabricar la tecnología que requiere esa reconversión?

Sí. Hoy se importa casi todo y hay que ver cómo se piensa el desarrollo de tecnologías renovables. El modelo que se adoptó ahora, de salir con licitaciones y los que ganan vienen con su tecnología, es un principio pero debería pasarse a otros esquemas. España lo hizo a principios de los 90, la India también: asociarse con los productores, que contratan mano de obra local y van instalando capacidades para sacarle el jugo a lo que ofrece esta transición en forma integral.

-¿Cuál es el impacto de la ley de generación domiciliaria?

No está reglamentada pero debería ser bisagra: permite a cualquier persona, comercio, empresa generar su propia energía. Lo que piensan los distribuidores es que pierden. Bueno, que se sumen. Veremos cómo termina la reglamentación.

 

El rol de Olavarría

 

-¿Qué papel juega Olavarría y el Polo en este contexto?

La gran virtud del Polo es que permite descentralizar el juego de la energía, que haya más actores que hoy es para unos pocos. Que Olavarría se sume muestra como virtud que todos podamos jugar y la ciudad pueda generar su propia energía.

-En esta mesa de diálogo local, no está Coopelectric, que es la distribuidora de la energía que consume Olavarría…

Pero va a ser un actor necesario y me parece circunstancial que no esté en el Polo; creo que va a acompañar esta iniciativa.

-Sin cambio climático hoy no se daría esta discusión…

Lamentablemente el cambio climático ha sido un disparador de conciencias pero es sólo un síntoma por haber basado la producción en combustibles fósiles durante 200 años.  Ahora se habla de sustentabilidad, un eje para Naciones Unidas.  Pero no hay que salir corriendo sino ver cómo sostener la matriz de producción y consumo, con qué renovables va a funcionar.

 

Qué influye más

 

-En el Acuerdo de París tuviste voz y voto. ¿Podría decirse que esa es la instancia máxima a la que se puede aspirar cuando se trata de influir ante los decisores que tienen en sus manos las políticas públicas?

Fue una experiencia impresionante. Es una buena la pregunta pero dónde se influye más: ¿en una negociación así, después de haber pasado por Bali y el desastre de Copenhague, o dando una charla en Olavarría en el Salón Rivadavia?

-Quizá en ambos lugares. ¿Considerás que a los científicos les cabe esa responsabilidad social?

Si, sobre todo cuando das clase. Es la más directa. Estuve 4 años en la Secretaría de Medio Ambiente. A veces viene bien para los que estamos en estas burbujas que son las universidades aunque desde Ingeniería hay mucho vínculo con la comunidad. Participé en Acuerdo de París, como varios miles de personas pero es lejano. Como ingeniero, terminé negociando con diplomáticos de 200 países. Es una fauna absolutamente variada  y en algún momento me pregunte qué hago acá. Lo valoro. Pero dando una charla para 100 personas, sentís que es más gratificante, que estás llegando más. Es muy loco, ¿no?

transparente1 logo.olanew.2 HCDlogouilogoPIOColegio de Inglogo fundacion.textounicen