Articulos
El COVID-19 nos muestra, de nuevo, que la salud de las personas y la del planeta están íntimamente relacionadas, a la vez que profundiza las desigualdades de género en las que vivíamos. Alcanzaremos logros efectivos en conservación solo si consideramos el papel clave y diferenciado que tienen las mujeres y las niñas en ello.
 

La  crisis  del  coronavirus  dejará  a  118  millones  de  mujeres  latinoamericanas  en  la  pobreza  y  al  15,2  por  ciento  desempleadas.  Un  22  y  6  por  ciento  más  que  en  2019,  respectivamente,  de  acuerdo  a  los  datos  proporcionados  por  ONU  Mujeres   y   la   Comisión   Económica   para   América   Latina  y  el  Caribe  (CEPAL).  Como  indican,  “la  sobre-representación  de  las  mujeres  en  el  trabajo  informal  y  en  los  sectores  de  menores  ingresos  las  dejan  más  expuestas  a  las  condiciones  adversas  de  la  crisis  y  refuerzan  los  vínculos  perversos  de  la  pobreza  monetaria  y  la  pobreza  de  tiempo”.

 A  este  análisis  ha  contribuido  también  la  Comisión  Interamericana  de  Mujeres  (CIM)  de  la  Organización  de  los  Estados  Americanos (OEA) que analiza cómo la aplicación de las  medidas  de  confinamiento  que  buscan  proteger  la salud pública y evitar el colapso de los servicios de salud  no  es  neutra  desde  el  punto  de  vista  de  género. 

En  la  peor  contracción  económica  de  las  últimas  décadas  en  la  región,  los  “nudos  estructurales  de  la  desigualdad” harán que las mujeres sean particular y desproporcionalmente afectadas.

Hay que considerar que las mujeres, a causa de la di-visión sexual del trabajo, cuidan a los enfermos en sus hogares  y  son  la  principal  fuerza  laboral  en  la  atención  de  los  sistemas  de  salud,  lo  que  las  coloca  en  una  situación  de  probable  sobreexposición  al  virus,  especialmente  en  los  hogares  más  pobres. 

Además,  a  medida  que  el  COVID-19  se  expande,  el  acceso  a  servicios  de  salud  sexual  y  reproductiva  se  ha  visto  negativamente afectado a medida  que  aumenta  la  crisis  económica  y  la  pérdida de empleos, se incrementa la presión por la explotación  de  los  recursos  naturales,  mientras  que  el  confinamiento  dificulta  el  acceso  a  ellos  y  a  los  beneficios que se derivan de su uso, agravando las dificultades económicas y la inseguridad alimentaria de las familias (La violencia de género y los vínculos con el medio ambiente durante el Covid-19. International Union  for  Conservation  of  Nature). 

Que  la  destrucción  de  la  naturaleza  conduce  a  la  violencia  de  género quedó ampliamente documentado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en la reciente investigación “Vínculos entre la violencia de género y el medio ambiente: la violencia de la desigualdad”

Durante  la  pandemia,  la  proximidad  física  en  situación  de  confinamiento,  los  servicios  jurídicos  limita-dos o la imposibilidad de acceder a las casas de aco-gida,  servicios  sociales  y  redes  de  apoyo,  dificultan  la  capacidad  de  las  víctimas  de  salir  de  la  violencia  (Análisis  rápido  de  género,  Care  +  ONU  Mujeres).  Mientras  que  el  cierre  de  escuelas  y  universidades  expone a las niñas y adolescentes a un mayor riesgo de sufrir violencia sexual en su entorno cercano.

En una región tan diversa en pueblos y culturas como Latinoamérica  y  el  Caribe,  es  fundamental  considerar  el  impacto  de  la  pandemia  en  las  mujeres  y  niñas indígenas, pedido que recoge la Red de Mujeres en Conservación de Latinoamérica y el Caribe en su Agenda  regional. 

 

ambiente mujeres1

 

El  COVID-19  no  solo  afecta  la  salud de las comunidades indígenas, sino que exacerba las  amenazas  existentes  a  sus  territorios  y  recursos.  Hay  que  recordar  tanto  la  baja  inmunidad  a  las  enfermedades  infecciosas  de  ciertos  pueblos  y  nacionalidades como el aislamiento geográfico en el que muchos viven, que les dificulta acceder a los servicios de salud pública. Esto se ve compensado por el pro-fundo conocimiento y uso que las mujeres indígenas hacen de las plantas en la medicina ancestral.

Queda  claro  que  el  enfoque  de  género  cobra  más  importancia  en  esta  crisis,  especialmente  cuando  algunos sectores están cuestionando consensos básicos  en  torno  a  los  derechos  de  las  mujeres  acordados  hace  más  de  20  años,  recogidos,  entre  otros,  en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing o  en  la  Convención  Interamericana  para  Prevenir,  Sancionar  y  Erradicar  la  Violencia  contra  la  Mujer  (Convención  de  Belem  do  Pará). 

Una  respuesta  feminista  al  COVID-19  debe  promover  una  transición  justa y equitativa para las personas y el planeta. En este  2020,  súper  año  de  la  biodiversidad,  la  incorporación  del  enfoque  de  género  en  la  Agenda  Post  2020  o  la  implementación  del  Plan  de  Acción  de  Género  del  Acuerdo  de  París  son  una  gran  oportunidad  desde  el  sector  ambiental  para  aportar  a  un  mundo más justo y equitativo y no dejar a las mujeres ni a las niñas atrás.

Fuente: Pulso Ambiental / Revista FARN. Texto: María Moreno de los Ríos, oficial del programa de Gobernanza y Equidad para la Conservación de la Oficina Regional de la UICN para América del Sur y miembro de la Mesa Mayor de Mujeres LAC y la Red de Mujeres en Conservación de América Latina y El Caribe.

transparente1 logo.olanew.2 HCDlogouilogoPIOColegio de Inglogo fundacion.textounicen