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El Ing. Gabriel Blanco, docente e investigador de la FIO, plantea que es necesario repensar la explotación de dicho yacimiento  y todo el sistema energético argentino, ya que por montos similares e incluso menores de inversiones y subsidios, hay alternativas que podrían llevar por senderos de desarrollo más virtuosos y sostenibles.

 

 

En una nota de opinión publicada en el diario online Infobae, el Ing. Gabriel Blanco pone de relieve cuáles son los desafíos que enfrenta hoy nuestro país en materia energética. El profesional es docente e investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, director académico del Polo de Ingeniería en Energías Renovables y Tecnologías Ambientales y experto en cambio climático. Aquí, el texto completo:

 

"La Argentina lleva décadas inmersa en ciclos de crisis socio-económicas que van dejando una desigualdad cada vez más profunda en la distribución de la riqueza, en el acceso a la salud y la educación y en la degradación de nuestro capital natural, en términos de contaminaciones varias del agua, del suelo y del aire y de pérdida de biodiversidad, que impactan de forma directa en nuestra calidad de vida.

"Como salida a estas crisis se apunta, una vez más, a la extracción y explotación intensiva de recursos naturales y otros servicios que la naturaleza nos ofrece, un extractivismo que, de distintas maneras, nos acompaña desde que éramos colonia y que nunca termina de “derramar” sobre la población la riqueza material que genera. Alguna vez fueron, y siguen siendo, la extracción de madera del parque chaqueño; el oro, la plata y el cobre de Famatina; después los nutrientes del suelo para el cultivo de soja; y, mirando al futuro cercano, el litio de los salares de la Puna para los autos eléctricos por venir. Hoy es el petróleo y el gas natural del Mar Argentino y de Vaca Muerta.

"¿Qué significa reiniciar un camino de desarrollo basado en combustibles fósiles a la luz de la crisis climática? La Argentina tiene compromisos internacionales en esta materia, a partir de la firma del Acuerdo de París. Pero más allá de estos compromisos que debe cumplir, la Argentina, como el resto de los países, tiene un compromiso ético con las generaciones actuales y futuras y para ello tiene que mitigar las causas y reducir los riesgos que los impactos que el cambio climático producen. La Argentina genera cerca del 0,7% del total mundial de las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el problema. Parece poco, pero no lo es, es más de lo que generan otros 180 países. Sólo estamos por debajo de los 20 países más industrializados. Y si analizamos lo que genera cada argentino en promedio estamos por arriba de la media mundial, y más aún, estamos por arriba de lo que genera en promedio cada habitante de los países del G20. Estas emisiones provienen de nuestro uso masivo del petróleo y gas natural, a lo que se suma la deforestación y las prácticas agrícolas y ganaderas. No podemos mirar para un costado, somos víctimas pero también victimarios de la crisis climática.

"Explotar Vaca Muerta también conlleva el uso de agua, arenas y sustancias químicas, cuyas consecuencias socioambientales aún no han sido evaluadas en forma rigurosa, pero que han llevado a otros países a prohibir la actividad. Tampoco entran en la ecuación económica los impactos por derrames de efluentes que contaminan el suelo y el agua, ni los accidentes que dejan muertos y heridos entre el personal. Y mucho menos los derechos de las comunidades locales y originarias.

"Pero la necesidad de transformar la forma en que producimos y consumimos energía en la Argentina tiene otras dimensiones. ¿Qué significa hoy sumergirse en el negocio del petróleo? La Argentina depende de capitales y tecnologías foráneas para explotar el petróleo y el gas que nos hacen dependientes a pesar de que esos recursos estén en nuestro territorio. Un negocio expuesto a los vaivenes políticos de líderes mundiales inestables y de guerras que nos son ajenas, pero cuyo resultado impacta en el precio del barril y como consecuencia en los precios de los combustibles que usamos para producir alimentos, transportarnos, cocinar, calefaccionarnos y mover nuestra industria. Algunos reclaman que el petróleo y el gas de Vaca Muerta son necesarios como parte de una transición hacia otras formas de producir energía, pero esto será así de cualquier forma, porque cualquiera sea la transformación del sector que se busque (si es que se busca alguna), necesitará de un par de décadas para que se concrete. Por lo tanto, el petróleo y el gas serán siendo parte de nuestra matriz por un tiempo más.

"El problema es, en 2022, planificar el futuro energético expandiendo la infraestructura actual para la explotación de petróleo y gas, como es el caso del gasoducto actualmente en licitación. La historia muestra que una vez que se realizan este tipo de inversiones es muy difícil salir de allí, los activos quedan varados por décadas en forma de equipamiento e infraestructura. Los contratos de explotación por 30 años o más con las compañías petroleras así lo demuestran.

"La explotación de Vaca Muerta, a la que se suma la del Mar Argentino frente a las costas prístinas de la Patagonia, requiere de grandes capitales del que sólo disponen algunas corporaciones multinacionales. La historia enseña que quien tiene el control de los recursos energéticos ejerce dominio sobre los actores de una sociedad. Esta concentración de recursos, dinero y poder ofrece el marco propicio para el abuso y la actuación por fuera de la ley, o lisa y llanamente para la corrupción en desmedro de las arcas públicas y de la sociedad en su conjunto. Ya sabemos de qué se trata.

"Por esto y por todo lo demás, hay que repensar Vaca Muerta y todo nuestro sistema energético, cuando además, por montos similares, e incluso menores, de inversiones y subsidios existen alternativas que podrían llevarnos por senderos de desarrollo más virtuosos y sostenibles". Fuente: Infobae

 

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